Del aburrimiento a la autonomía

¿Cuántas veces hemos querido rescatar a nuestro hijo ante un “me aburro!, qué puedo hacer”? Especialmente si viene acompañado de interrupciones continuas y molestas para nuestro momento adulto.

En la actualidad, la solución más inmediata es darle una pantalla (móvil o Tablet). Ya que sabemos con certeza que este recurso nunca falla y además es eficaz durante mucho tiempo.

Pero ¿qué sucede en nuestro hijo/a cuando se aburre?

Durante unos minutos el niño/a entra en un estado de conciencia en el presente, conectado con lo que está sintiendo y explorando esa emoción. Su cerebro comienza a crear hipótesis, a conectarse con el entorno y con todas sus alternativas, en un análisis exhaustivo de sus recursos internos y externos. Desde ese punto, su fuerza interna le hace entrar en el proceso creativo y finalmente ejecutar su idea, desarrollando la imaginación, la voluntad y especialmente la autonomía.

Privamos a nuestros hijos de todas estas experiencias queriendo solucionarle rápidamente su “conflicto” y librarnos de la presión que significa tener a un niño diciendo al oído cada segundo: me aburro, me aburro, me aburro.

Todos estos procesos dejan huella más allá de lo que podemos valorar en la inmediatez. El niño/a ejercita su psique a la flexibilidad cognitiva, adaptándose a cada circunstancia y resolviendo con lo que cuenta en cada momento. Desarrolla su capacidad de tolerancia y especialmente su potencial de ser independiente y responsable de sus estados emocionales e intereses. Una base imprescindible para la vida adulta.

Al finalizar la secuencia de aburrimiento-exploración-imaginación-resolución-juego creativo, el niño/a experimenta una gran satisfacción personal, orientada a la autorregulación, la seguridad en mí mismo, la autoconfianza y finalmente al logro.

El reto desde luego como padres, parte de sostener durante un tiempo determinado el deseo de solucionar de forma rápida un “conflicto” de gran riqueza para nuestro hijo.